viernes, 18 de diciembre de 2009

CUENTO DE NAVIDAD DE PAULO COHELO

Paulo Coelho



Una historia de Navidad




Cuenta una antigua y conocida leyenda, cuyo origen no pude verificar, que


una semana antes de Navidad, el arcángel San Miguel pidió que sus ángeles visitasen la


Tierra, pues deseaba saber si estaba todo listo para la celebración del nacimiento de


Jesucristo. Los envió en parejas, siempre un ángel mayor con otro más joven, de manera


que pudiesen transmitirle una opinión más completa de lo que ocurría en la Cristiandad.






Una de estas parejas fue enviada a Brasil, y acabó llegando cuando ya era
muy de noche. Como no tenían dónde dormir, pidieron abrigo en una de las grandes


mansiones que pueden verse en ciertos lugares de Río de Janeiro.






El dueño de la casa, un noble al borde de la ruina (lo que, por lo demás,


ocurre con mucha gente que vive en esta ciudad), era un fervoroso católico, y reconoció de


inmediato a los enviados celestiales por las aureolas doradas que se veían alrededor de sus


cabezas. Pero estaba muy ocupado preparando una gran fiesta para celebrar la Navidad, y


no quería estropear la decoración ya casi terminada: les pidió que fuesen a dormir al sótano.






Aunque las tarjetas navideñas están siempre ilustradas con nieve cayendo, la


fecha en Brasil cae en pleno verano. En el sótano que se les indicó a los ángeles hacía un


calor terrible y el aire, lleno de humedad, era casi irrespirable. Se tumbaron sobre un suelo


duro, pero, antes de comenzar sus oraciones, el ángel de más edad se dio cuenta de que


había una grieta en la pared. Se levantó, la arregló empleando sus poderes divinos, y volvió


a sus oraciones nocturnas. Pasaron la noche como si se encontraran en el infierno, del calor


que hacía.






Durmieron muy mal, pero tenían que cumplir la misión que Dios les había


encomendado. Al día siguiente, recorrieron la gran ciudad, con sus doce millones de


habitantes, sus playas y montañas, sus contrastes, sus bellos paisajes y sus rincones más


horribles. Rellenaron informes y, cuando empezó a caer la noche, partieron hacia el interior


del país. Sólo que, confundidos por la diferencia horaria, una vez más se encontraron sin


lugar para dormir.






Llamaron a la puerta de una casa humilde, donde una pareja vino a


recibirlos. Como no tenían acceso a los grabados medievales que retrataron a los


mensajeros de Dios, no reconocieron a los dos peregrinos, pero afirmaron que, si


necesitaban un lugar para pasar la noche, la casa era suya. Prepararon una cena, les


presentaron al pequeño bebé recién nacido, y les ofrecieron su propio cuarto, pidiendo


disculpas porque eran pobres, el calor era grande, y no tenían dinero para comprar un


aparato de aire acondicionado.






Cuando despertaron al día siguiente, encontraron al matrimonio bañado en


lágrimas. El único bien que poseían – una vaca que daba leche, queso y sustento para la


familia – había aparecido muerta en el campo. Se despidieron de los peregrinos,


avergonzados porque no podían prepararles un desayuno.






Mientras caminaban por la carretera de barro, el ángel más joven manifestó


su disconformidad:


-¡No consigo entender esa manera de actuar! El primer hombre tenía todo lo
que necesitaba, y a pesar de eso lo ayudaste. ¡Y por esta pobre pareja, que nos recibió tan


bien, no has hecho nada para aliviar su sufrimiento!






Las cosas no son lo que parecen – dijo el ángel más veterano -. Cuando


estábamos en aquel sótano horrible, me di cuenta de que había mucho oro almacenado en la











Paulo Coelho






pared de aquella mansión, escondido allí por un antiguo propietario. Por la grieta se veía


parte del tesoro, y decidí ocultarlo de nuevo, porque el dueño de la casa no sabía ayudar al


que lo necesitaba.






»Ayer, mientras dormíamos en la cama que nos ofreció el matrimonio, noté


que un tercer invitado había llegado: el ángel de la muerte. Había sido enviado a aquella


casa para llevarse a un niño, pero como lo conozco desde hace muchos años, conseguí


convencerlo para que se llevara, en vez del niño, la vida de la vaca.






»Acuérdate del día que estamos a punto de celebrar: como las personas dan


mucha importancia a la apariencia, nadie quiso recibir a María. Pero los pastores la


acogieron, y por esta razón, les fue concedida la gracia de ser los primeros en contemplar la


sonrisa del Salvador del Mundo.









1 comentario:

  1. Olá querida Maria Fernanda!
    Como fiquei feliz com a sua visita ao meu Blog!
    Também desejo-te muitas felicidades, que os seus sonhos se tornem realidade e que só aconteçam coisas boas em sua vida.Adorei ler este texto de Paulo Coelho,considero-o um ótimo escritor.
    Tudo de bom pra você, e um abraço carioca
    da amiga Zélia

    ResponderEliminar